Se dice mucho de la defensa histórica del Castillo de Chapultepec ocurrida el 13 de septiembre de 1847, tal vez sumergidos en el acostumbrado y nunca bien ponderado sentimentalismo que nos es propio, esta fecha despierta en muchos ciudadanos emociones supranacionales, que dicho sea de paso, se unen a los festejos que se hacen en la glorieta del ángel por ver empatar o ganar a la selección nacional.
Lo cierto es que este mito solemnizado por el insigne Miguel Alemán un siglo después (1947), este es un ejemplo más que dejan ver nuestra debilidad por buscar asideros que hacen que solemnicemos los mitos menos pensables; lo cierto es que lo que pasa por mi mente es que el trece no debemos preocuparnos ni por los niños, ni por los héroes, que en el último de los casos serían un daño colateral; el homenaje tal vez sea para los miles de mexicanos que no se nombran y que si murieron por darnos patria y libertad ese memorable día, que murieron en chapultepec y en las calles, anónimos, sin nombre y que tenían en contra hasta la voluntad de Santa Anna y otros tantos que deseaban una invasión consensada...